¿Por qué tejer no es solo cosa de abuelitas?

Hace unos días bajé a recoger un paquete – uno de muchos desde que estamos en casa –, vistiendo el saco de colores que terminé de tejer en agosto del año pasado. En el ascensor me encontré con una señora que vive algunos pisos más abajo a la que recuerdo haber visto montones de veces.

– Qué saco tan lindo, ¿lo tejiste tú?

– Sí, lo hice yo – respondí desde detrás de mi torre de paquetes.

– Ay, qué bueno, yo también tejo, me encanta.

– Sí, empecé el año pasado y me ha gustado mucho.

– Tejer es lo mejor que hay, ¿verdad? Yo nunca paro, ¡hasta luego! – dijo mientras salía del ascensor 3 pisos antes que yo.

Cuando llegué a mi parada, bajé con una sonrisita orgullosa y ganas de ser como ella. De seguir tejiendo y nunca parar. También me acordé de mis abuelas y de las conversaciones que habían surgido en torno al tejido: El saco nuevo de una y el deseo de hacer algo con sus propias manos de la otra.

¿Cómo empecé a tejer?

En mi imaginación siempre tenía algo de rojo y azul, como el resultado

Hace varios años soñé – aluciné, tuve una visión, no sé – con un saco de rayas de colores. Recuerdo haber buscado en tiendas diferentes que cumpliera las condiciones que buscaba, pero ninguno era lo suficientemente colorido. Ninguno era lo suficientemente brillante, o lo suficientemente amplio. Busqué en YouTube las instrucciones para tejerlo y al ver el primer tutorial y no entender nada, archivé la idea en algún rinconcito de mi memoria.

El año pasado me encontré con una publicación de The Red Velvet Lab, ahora Notas de Moda, en la que hablaba sobre tejer un saco para ella misma. La razón principal era que en España (bueno, en general en cualquier lugar) era muy complicado encontrar un saco de buen material a un buen precio. La mayoría de los sacos con los que seguramente te habrás encontrado en tu vida, no están hechos de buenos materiales: El acrílico, el poliéster y otros sintéticos hacen parte de las fibras que los componen.

Más allá del hecho de que estos materiales son derivados del petróleo y todo el rollo ecológico que hay detrás, ¡no son lindos! No duran. Tampoco calientan. No hacen un buen trabajo en su sencillo trabajo de ser sacos. No.

Considerando que me esperaba mucho tiempo en la casa y quería aprender a hacer algo manual que me alejara de las pantallas por un rato, decidí aprender a tejer y darme a mí misma ese saco soñado que el mercado no había podido darme de la forma en que quería. También me interesaba la parte emocional que había visto vinculada a tejer. Tejer es una de esas cosas pequeñas que recomiendan para manejar la ansiedad. Me cuesta mucho tener las manos quietas y pensé que entretenerlas con hilos de colores podría ser buena idea.

Investigué un poco (muy poco) compré los materiales por internet y esperé con emoción su llegada.

¡Y los había pedido mal!

Mi caja de hilos actual: En amarillo, el primer experimento con el material que compré mal

Después de cambiar los hilos por unos que sí funcionaran, empecé a tejer. Aprendí el punto básico y a sostener las agujas con ayuda de una de mis abuelas. El resto lo aprendí con pedacitos de videos de YouTube y blogs sobre tejido. Medí las cosas a ojo – 3 sacos después todavía lo hago – y me equivoqué un montón de veces – sí, todavía me equivoco mucho –, ¡y conseguí el saco que quería!

¡Hola! Aquí estamos mi saco y yo.

He hecho 2 sacos más (desarmé uno de ellos y lo estoy volviendo a tejer, pero con otra técnica) y ya sueño con un tercero. Quiero un saco del color del helado lechoso que sea esponjoso como una nube.

Entrevistador imaginario: Cam, ¿qué…?

Sí, tampoco sé cómo es eso exactamente. Ya quiero ver cómo se materializa esa mágica visión.

¿Por qué sigo tejiendo?

Además del hecho de que me encanta tener los sacos que mi mente decida proyectar…

Comentario de Cam: Entre este párrafo y el anterior me distraje tejiendo. Calculen cuánto me gusta.

El orgullo y la perseverancia

Aunque me gusta aprender y hacer muchas cosas, la constancia no es mi fuerte. He aprendido a encuadernar, dibujar, pintar, bordar y hacer manillas, pero no suelo terminar los proyectos que empiezo. No sé si es porque me aburro a la mitad o porque desde el inicio no tenía pensado terminar.

Con el tejido ha sido diferente. El hecho de ir viendo cómo una prenda que podré usar tantas veces se materializa, me impulsa. Así tenga que repetir, desarmar piezas completas y volver a empezar, la visión de esa prenda soñada en mis manos me impulsa a seguir. Tejer, tejer y tejer me ha hecho aprender que soy perseverante cuando quiero. Contrario a lo que muchas veces pienso, soy perfectamente capaz de terminar cualquier proyecto o aventura loca en la que me enredo.

Este es el saco… 2.2 en proceso. Es el cuarto que hago, pero reutilizando los materiales del segundo.

También hay un porcentaje grande de motivación que viene del orgullo del futuro. El poder responder «sí, lo hice yo» cuando te preguntan por el fabuloso saco arcoíris que llevas puesto es una alegría pequeña e inofensiva. Sin embargo, aunque sea pequeña, es constante e imborrable. Podrás estar orgulloso de tu creación hasta el fin de los tiempos – o de la prenda tejida, si alguna cosa llegara a pasarle.

La dominación mental

Cuando hablo de dominación mental, me refiero a la forma en la que tejer puede llegar a dominar mi mente. Pienso mucho, literalmente. Siempre tengo algo en mente y mi cerebro tiene la capacidad de llevarlo a los extremos, haciéndome sentir como un vehículo recalentado. Algunas veces no causa mayor inconveniente, pero en ocasiones se puede volver incluso doloroso. Desencadena migrañas y puede hacerme tener que ir a dormir antes de las 8 aún cuando todavía tengo muchas ganas de hacer cosas.

Cuando tejo, mi mente se calma y es dominada por las secuencias de nudos. Paso puntos para abajo, para arriba, cuento reviso, repito. Mis dedos se entretienen con la textura del hilo y mi mente se concentra en las vueltas que mis dedos dan a las agujas. Dejo de pensar.

Y después empiezo a pensar, pero a menor velocidad.

Conexiones inesperadas

Y por último, tejer ha sido una fuente de conexiones inesperadas.

Cuando empecé a hacerlo, después de unos cuantos meses aislados, fue divertido volver a ver y hablar con mi abuela materna, e intentar entender cómo cogía las agujas y a qué velocidad hacía las cosas. Con tiempo y muchos fragmentos de tutoriales, aprendí algunas cosas y ella fue quien empezó a aprender de mí. No ha empezado su saco, pero habla con frecuencia de que quiere hacer uno. Quiere hacer un saco de colores únicamente para poder decir «sí, lo hice yo», y usarlo alegremente.

Con mi abuela paterna fue parecido pero diferente. Recuerdo haber hablado con ella algunos meses atrás por teléfono. En la conversación surgió el tema del tejido, mis sacos inventados y días después estuvo en mi casa y pudo ver mis curiosas creaciones. Hace unos días, cuando la visitábamos por su cumpleaños, tenía un saco nuevo que había hecho ella misma.

También está la alegre señora de mi edificio, que indirectamente me motivó a escribir esta publicación. Pasando a otro grupo de edad – chiste malo de Cam online, perdónenla –, ¡también ha habido conversaciones! Hay conversaciones con mis amigos que también quieren tejer sacos y con tejedoras con más experiencia que he encontrado en Instagram. Me he encontrado grupos de personas que se quieren embarcar en la aventura tejedora, más por razones ambientales que otra cosa, y buscan una persona de referencia que las pueda introducir en el tema.


No sé de dónde viene esta idea de que tejer es para viejitas, para personas mayores. Creo que puede ser otra construcción cultural como la imagen de la loca de los gatos, o los niños nerds que utilizan tirantes y gafas grandes. Por el contrario, creo que está más que bien empezar a tejer antes de los 65 y dar la oportunidad a nuestras manos, a nuestra mente y a nuestra imaginación de enredarse con algún proyecto dormido.

Comentario de Cam: Además tejer obsesivamente (sí, me declaro culpable) puede hacer que te duelan muchísimo los dedos. No entiendo cómo es algo asociado con adultas mayores con tanto riesgo biomecánico involucrado.

Si llegaste hasta aquí, ¡gracias por leer! Si quieres empezar a tejer y buscas consejo (el mío, duh) puedes escribir a @cianofobia en Instagram, y sumarte a una de mis muchas conversaciones aisladas sobre tejido, que hasta ahora empiezan.

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