Y… no, el armario no es un medidor de felicidad

Recuerdo bien una conversación que tuve hace unos años, casi en esta misma época, con una amiga argentina. Hablábamos de qué queríamos vestir en navidad. Mientras ella escogía entre sus vestidos favoritos, yo le explicaba en detalle qué cosas nuevas colgaban en mi armario listas para ser estrenadas el 24 de diciembre.

– Los colombianos me parecen chistosos, – decía ella – compran un atuendo completo para ese día.
– ¿Eso no es lo normal…? – pregunté extrañada.

– No, aquí no hacemos eso.

No le hallé sentido a la conversación en ese entonces.

Ahora – años después – le doy la razón. Vestir solo ropa nueva en navidad ha sido algo normal para mí desde que tengo memoria y el poder de elegir. No era algo discutible o para dudar.

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Quería tener el armario giratorio de Cher Horowitz

Cuando era pequeña esperaba ansiosamente esta época del año – más que por las reuniones familiares – porque era momento de ir de compras una vez más. Desde que diciembre aparecía en el calendario atormentaba a mis papás para que me llevaran a dar una vuelta al centro comercial para escoger mis siguientes presas. Comprar, comprar y comprar.

Mientras estaba en crecimiento era fácil escoger. Un pantalón nuevo para remplazar los que ya no me entraban y zapatos brillantes para deshacerme de los que ya estaban destruidos. Cuando dejé de crecer – tristemente fue hace muchos años… – las compras navideñas se convirtieron en búsquedas salvajes.

¡Peligro! ¡Peligro!

Quería más, más y más. Intentaba emocionadamente armar dos pintas – la palabra local para decir «atuendo», amigos internacionales – con las que sentirme bien en navidad. Quería comentarios positivos de esos familiares que no veía tan seguido diferentes a «¡Cómo estás de grande!». Cuando pasaban esas últimas semanas del año, la ropa de navidad era solo ropa. Era esa cosa nueva que podía usar, aunque muchas veces no tuviera ganas.

Es así como años de compras afanadas decembrinas y la falta de crecimiento – lateral en el peor de los casos – me llevaron a un punto desastroso.

Estoy ahogada en cosas inútiles. Asfixiada en objetos. Tengo un armario con un montón de cosas que podría ser llamado «archivo histórico de errores». Soy la imagen viviente de «no tengo nada que ponerme» cuando lo que sucede es que tengo demasiado.

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El armario de Schrodinger: ¿Lleno o vacío?

Y… ¿por qué sucede?

Podría culpar al mercadeo y escribir párrafos enteros sobre lo terrible que es el capitalismo. Podría hacer una lista de culpables, con nombres y apellidos. Podría mentir y contar con detalle cómo vencer al terrible monstruo del consumismo, pero la verdad es que así estamos programados. El exceso es una cosa de humanos. La emoción de sentirnos dueños de algo nuevo y el posterior apego, el miedo a perderlo, son los culpables. La psicología puede darme la razón.

Si es algo tan natural – tan humano –, ¿cómo podemos vencerlo? ¿Cómo encontramos formas rápidas de despertar emoción? ¿Cómo aprendemos a esperar con paciencia la felicidad?

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A Y U D A

Darme cuenta de que un alto porcentaje de mi felicidad – y la de muchos – está plasmado en lo que tengo o no, es abrumador.

También me siento culpable. La industria de la moda – como dicen en todas partes – es la segunda más contaminante del mundo. El planeta se asfixia en enormes montañas de cosas bonitas y pasajeras. Prescindibles.

Para entenderlo, intenta dimensionar cuántas cosas has usado en tu vida: ¿Cuántas aún conservas? ¿De cuántas vas a deshacerte? ¿Cuáles llegarán a tu armario en el futuro? Ahora multiplica eso por 7.000 millones de personas..

Comentario de Cam: Sé que no todos los 7.000 habitantes del planeta compran de la misma forma, pero las cantidades que tienen los que más lo hacen probablemente equilibran la balanza.

Aunque en el momento existan muchas acciones, planes a futuro y estrategias para solucionar el problema, el éxito de ellos depende de qué tan abiertos estamos al cambio. El futuro depende de la fuerza con la que podamos luchar a las peores partes – las más oscuras – de ser humanos, y también de la velocidad. A veces me pregunto qué pasará primero: ¿Cambiamos la forma en la que hacemos las cosas? ¿O llega el final?

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¿¡Y AHORA!?

La verdad: Yo soy el problema, tú eres el problema, todos somos el problema.

En resumen: Sí, destruimos el planeta y además somos menos felices.

Esta revelación la han tenido artistas, científicos, políticos – no los suficientes –, creadores, astronautas y numerosos académicos: Es verdad que menos es más y que el caos trae con él una innegable necesidad de cambio.

Y ahora… ¿qué?

Es tiempo de experimentar.

La solución – más allá de dejar de comprar – es lograr entender las emociones de forma diferente. Conserva únicamente las cosas que despierten la felicidad, como dice Marie Kondo, y lo demás déjalo ir. Busca la felicidad más allá del mundo físico y, lo más importante, deja de llenar vacíos con basura que no te va a hacer feliz.

No es algo que sucede de un día para otro – aún soy nueva en esto – pero tiene algunos efectos inmediatos.

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Nada parecida a Blair Waldorf

Las tiendas que mi mente convertía en parques de diversiones regresaron a su verdadera forma. El deseo de verme como alguien más se ha ido desvaneciendo. Las ganas de tener de nuevo un salario de practicante que desaparecer en el Outlet de Adidas ya no son tan fuertes.

Comentario de Cam: Si tuviera ese salario de nuevo lo gastaría en comida, juguetes para la cámara o tiquetes de avión.

Puede sonar como algo amargado para los compradores entusiastas, pero es libertad. Es la libertad de saber que no quieres que esa tía que nunca ves piense que te ves así de bien todos los días. Es libertad para quedarte con las cosas que en verdad amas en vez de las que creíste erróneamente amar.

Si las cosas fueran personas, sería la libertad de no obligarte a pasar tiempo con quien te cae más o menos bien para dedicarlo todo a tus mejores amigos. Es la seguridad de saber que estás gastando preciados segundos con quienes más vale la pena.
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¡Y juntas por siempre!

Este experimento es la primera resolución.

El 2019 es un año para pensar diferente. High School Musical 3 salió hace más de 10 años y Grooveshark dejó de existir. Conocimos Spotify y dejamos Ares en el pasado. Empezamos a subir historias de Instagram y dejamos de cambiar estados de Messenger. No sé si es posible pasar un año entero sin comprar ropa – la moda rápida y sus dudosos materiales – pero es la idea.

Si todavía no estás convencido de la idea, recuerda:

Si no dices hola, no tienes que decir adiós

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Es como ese episodio en el que Lizzie quería unos jeans carísimos y tuvo que regresarlos a la tienda, rompiendo su corazón.

Siguiendo la fiebre de A ordenar con Marie Kondo, el boom de Netflix, saqué las cosas que no me hacían feliz. Mientras me enfrentaba a una no tan alta torre de tela y sentía cada cosa con la punta de los dedos, me di cuenta de una verdad molesta. No me cuesta desprenderme de los objetos porque los necesite en mi vida o piense usarlos una vez más. Me cuesta decir adiós a las cosas porque representan oportunidades perdidas.

«¡Todavía puedes usarlo!», hablan vocecitas emocionadas. Sí, podría, pero si no lo he hecho en el tiempo que ese objeto lleva en mi vida, probablemente es una señal de que nunca lo haré. El objeto se convierte en espacio, tiempo, dinero y energía desperdiciados, y cuesta decir adiós. Cuesta decir adiós a las cosas que tal vez necesitamos en el futuro – por algo tantas culturas iban a la tumba con todas sus pertenencias, ¿no? –.

La solución: No te llenes de cosas que no estás seguro de que vas a necesitar. No te llenes de cosas que se conviertan en recordatorios de las terribles decisiones que tomas, ¡deja esa cosa en la vitrina y dale la oportunidad de estar con un dueño que si la quiera!

Se acabó el vacío del deseo

¡Es una nueva temporada! Sales a buscar – ojalá en rebajas – esa cosa que viste que usaba esa actriz. Tratas de encontrar la prenda exacta que aparece en ese video musical. La encuentres o no, la quieres. Piensas en ella y se convierte en un borroso objetivo. Dejas de salir a comer pizza, comprar helados y probar cervezas, y ahorras para conseguirla. Un tiempo después esa cosa que querías es tuya.

¡Y es una nueva temporada! Sales a buscar – ojalá en rebajas – esa cosa que viste que usaba esa actriz. El ciclo se repite y mientras lo hace, lamentas no poder viajar. Lamentas no tener dinero para arreglar esa cosa que amas, pero dejó de funcionar, para salir a bailar o para ir a cine. Si tan solo no necesitaras ahorrar para comprar esa cosa extremadamente deseable…

La verdad es que no tienes que hacerlo. Las temporadas son una mentira. Tu cerebro es un traidor. Si dejas de comprar cosas, aunque al principio se sienta extraño, en algún momento dejas de sentir el vacío que causa el deseo. Cuando dejas de pensar en el espacio que llenar en el armario, hay más helado. Más salidas acampar. Más conciertos.

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¡Libertad, libertad, libertad!

¡Adiós a las relaciones tóxicas con los objetos!

Encuentra nuevas (e inesperadas) emociones

Desde mi corta experiencia personal – seis meses de autocontrol – cambia la forma en la que ves las cosas. No digo que sea una persona completamente nueva, que me haya transformado o quiera vivir en el bosque una vida en extremo minimalista. Sigo siendo la misma persona con un montón de tableros de Pinterest y ganas de verme como la protagonista de un dorama. Todavía admiro con alegría los aciertos en pasarela cada temporada.

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Siempre me van a encantar los detalles de Dolce & Gabbana, ¡siempre!

¿La diferencia? Encuentro más divertido admirar algunas cosas desde lejos y viajar mientras tanto. Salir a ver vitrinas impulsada por la curiosidad. Gastar el porcentaje de dinero destinado a una camisa nueva que utilizar en el siguiente concierto – sí, era de esas – en una cena exagerada el día del evento. Mi parte favorita es que también quiero más las cosas que están en mi colección. Las siento más mías y veo en ellas las historias de las que hicieron parte.

Si quieres hacer el experimento, amigo de internet, ¡adelante! Arriesgándome a sonar como gurú alternativa y ecologista aficionada, el universo te lo agradecerá. Los lugares que quieres conocer, las cosas que quieres hacer y las herramientas que necesitas para que ese proyecto funcione estarán más cerca.

Y el último secreto: Con menos cosas es más fácil empacar 🙂

¡Buena suerte!


 

5 comentarios en “Y… no, el armario no es un medidor de felicidad

  • Me encantó. TAN CIERTO! Mucha gente se deja llevar por lo que ve y cree que lo quiere sólo porque es bonito. Pero la mayoría de las veces SIMPLEMENTE NO ES PARTE DE QUIENES SOMOS. Nos somos esa cosa embarullada que se ve dentro de nuestro armario. Probablemente sólo usemos un 10 o 20% de todo eso.
    Por más conciencia! Y si no incentiva ayudar al universo, aquí va otra cosa: define más nuestro estilo. 😉

  • Te entiendo por completo, cada clima es un desafío. Estoy en Bogotá si has venido de visita por más de una semana, sabrás que el clima aquí simplemente no tiene sentido, jajaja.
    Creo que crear una cápsula que funcione, así tenga más prendas que otras, dice mucho y se construye con tiempo y paciencia. Algún día lo lograrás 🙂 Espero lograrlo también, jaja.
    ¡Saludos y gracias por leer! 🙂

  • Las cosas nos poseen, roban nuestro tiempo, primero buscandolas y despues moviendolas de sitio, lo digo yo que llevo varias mudanzas a mis espaldas y en cada una de ellas me libero de mas cosas, y me siento tan bien, en pleno siglo XXI tenemos a nuestro alcance cientos de apps que nos permiten sacarnos un dinerillo extra con todo eso que hemos acumulado a lo largo de los ultimos años y empezar etapas nuevas, en mi caso mas liberada de todas esas cargas y poniendo conciencia y responsabilidad en todo aquello que adquiero a partir de ahora, tiene que ser realmente necesario y por supuesto compra meditada, se acabaron los impulsos.
    Enhorabuena por el texto ☺️

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