Al verdadero amor de mi vida

Pura seducción y comprensión que nunca rompe corazones

Quiero aclarar que esta historia está siendo escrita mientras sufro un horrible dolor de cabeza, causado por comer pastelitos de chocolate indiscriminadamente (11/52)

Hace unos días estaba almorzando una de las mejores hamburguesas que se pueden conseguir con aplicaciones de cupones, acompañada con papas fritas cajún. Cuando estaba por terminar, recordé que de camino al local en el que estábamos pasamos por una de mis cafeterías/pastelerías favoritas y cedí a la tentación.
— Dame de tu hamburguesa, — preguntó mi mejor amigo, ese ser molesto con el que llevo casi tres años — ¿una mordida?
— Si no me pides, terminamos de almorzar y vamos por postre aquí al lado. Yo invito.— sugirió la Cam antojada de siempre, que no tenía nada de ganas de ceder de su hamburguesa.
— Ay, ¿por qué eres así…? Está bien — respondió convencido.
Después de un corto silencio, con el ruido de la hamburguesería de fondo, él dijo algo que honestamente pensaba que ya tenía claro.
— De verdad te gusta la comida, ¿no? Digo, no en cantidad, si no comer varias cosas y comer bien.

Texturas y colores y explosiones y de todo

LA COMIDA ES EL VERDADERO AMOR DE MI VIDA

Esta es la parte en la que después de una introducción dramática, les cuento por qué

No puedo decir que empezó hace mucho, que me considero foodie desde los siete años o que toda la vida he disfrutado comiendo cosas diferentes. Cuando era pequeña los restaurantes nuevos me ponían nerviosa, no tenía un estómago muy grande y creí por muchos años que las pitas árabes eran tiras muy, muy largas de lechuga con toppings sobre ellas (de verdad no tengo ni idea de dónde lo saqué).
Me gustaba jugar seguro: Pasta con tomate, cosas con pollo y queso, ensaladas de fruta de dudosas dimensiones. Nada exagerado, aunque en algún momento algo debió cambiar: La comida es algo bastante importante en mi vida ahora, al menos desde que empecé a estudiar en la universidad.

Creo que esto sí lo habría devorado a los siete

Tal vez su importancia aumentó cuando me di cuenta de que las opciones disponibles en las universidades no eran las mejores en algunos casos o cuando empecé a decidir realmente qué quería almorzar…
El punto es que ahora cualquier momento para comer, para tener la oportunidad de elegir, es importante para mí: Desde el desayuno hasta el snack de medianoche. Es también una de las inversiones que más feliz y menos culpable me hacen sentir, aunque no sea así para todo el mundo.
Frecuentemente pienso que la comida no es lo suficientemente apreciada y que algunas personas la toman a la ligera. No digo que cada almuerzo o cena tenga que suceder en un restaurante exagerado, a la carta y con infinitas opciones en el menú, pero me frustra el nivel de desinterés que tienen algunas personas: Esos humanos a los que preguntas qué tienen ganas de almorzar y dicen “No sé, cualquier cosa”.
¿¡Cualquier cosa!? ¿Quieres “cualquier cosa” para llevar? ¿En combo? ¿Agrandado con papas? NO WAY.

Así me hacen sentir. Los odio.

No estoy pidiendo, como dije antes, que dediquen tres horas a la elección del plato fuerte, pero sí que tengan un poquito de criterio, un poquito de amor por la causa.
Para mí comer es una de las cosas más divertidas y… disfrutables (¿es eso una palabra?) que pueden existir. Es algo que tenemos que hacer para sobrevivir (lo sé, muy obvio) y por esa misma razón pienso que debemos hacer lo mejor de ese momento, de esa oportunidad diaria (casi de carácter obligatorio) que tenemos para pausar todo y disfrutar algo.

Y hay tantas, tantas opciones para disfrutar…

Comer y probar cosas nuevas es también una aventura, un experimento y una forma de tener cerca el arte. Creo que es la única forma de arte que podrían disfrutar con todos, todos los sentidos.

Como estos macarrones multisensoriales

Cuando llega un plato (en mi definición de “plato” también entran esas empanadas, pasteles y postres entregados en servilletas) ven los colores (el queso amarillo y el pepperoni rojizo), sienten el olor particular de algunos de los ingredientes (el glaseado en los rollos de canela), escuchan los sonidos divertidos que hace o su falta de ellos (el crack de una milhoja fresca) y en el instante en que dan la primera mordida no solo sienten el sabor, también sienten su textura (como esas trufas que se deben derretir en la boca, ¡no las muerdan, salvajes!).
Comentario de Cam: Apuesto que más de uno ahora está antojado de alguna cosa específica y me está odiando por escribir cosas así a esta hora.

Así tal cual

Entiendo que para algunos esto pueda sonar realmente exagerado o dar la idea de que soy un pequeño monstruo desperdiciador de dinero, pero cuando son buenos exploradores de comida el dinero no es un factor tan determinante como parece.
Además de que la mejor comida suele ser la más escondida, pienso que un lugar solo se llega a conocer verdaderamente a través de su comida callejera: Los carritos de perros calientes en Nueva York, el mote con huesillo en los parques de Chile, las arepas ligeramente dulces en Boyacá y los cholaos recargados en Montería son prueba de eso.

Perro caliente básico neoyorquino (2012)

Aclaración importante, también de Cam: Si yo, persona que se enferma, intoxica y lastima con todo, pude resistir la lista de arriba, ustedes también pueden, ¡adelante!
Para las personas en Bogotá especialmente, quiero compartir este lugar secreto: Una pizzería manejada por italianos (de verdad son italianos) en la que pueden conseguir pizza por porciones a 5.000 COP (menos de dos dólares) que no es como la típica pizza barata colombiana (mucha masa y queso de dudoso sabor, pero extrañamente atractiva). Los ingredientes son deliciosos, el borde crujiente también… Tienen que probarla.

No tengo una foto de ese lugar, pero esta es mi pizza favorita en el universo. El lugar se llama El Solar de la Guaca y queda en Villa de Leyva.

Entrevistador imaginario: Cam, no entiendo a qué vas con todo esto…

Este apasionado discurso sobre por qué me emociono tanto con un lugar nuevo de churros (es muy difícil encontrar buenos churros en Bogotá), cuando me preguntan qué quiero almorzar en mi cumpleaños o piden recomendaciones de papas con tocineta que valgan la pena, es una invitación a que por un momento, los más escépticos de ustedes, adopten esta visión de la vida gastronómica.

¡Imaginen poder sentir esta felicidad tan pura!

Prueben cosas nuevas, intenten cocinar esa cosa rara pero tentadora que vieron en un artículo en Buzzfeed o un video de Facebook, hagan un pastelito de microondas o den una oportunidad a ese carrito de comida que ven todos los días.
En caso de sentirse identificados con uno o más de los párrafos que encuentran arriba, recibo sugerencias de restaurantes, carritos de snacks y locales pequeños y rebuscados que amen. También les dejo uno de mis videos favoritos en todo el universo. Es food porn, como dicen.


Para más información sobre la pizza de los italianos, esta es su página en Facebook.

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