A propósito de H. Murakami

Cuando no sé qué pensar – o qué escribir – recurro a los libros. Regreso a las letras de Murakami.

Mientras algunas personas encuentran la respuesta a los problemas en canciones, gurús de superación personal o sesiones de ejercicio, la encuentro en las páginas de novelas e historias dramáticas, que poco tienen que ver conmigo.

Cada letra en tinta oscura en una hoja granulosa me lleva a un lugar desconocido. Tengo conversaciones con personajes inexistentes. Aomame – una valiente creación de Haruki Murakami – me envía mensajes secretos. El miedo a sí misma que tiene Aomame me recuerda que no estoy sola. Leerla temiendo sus propias decisiones, preocupada por lo inevitable, nos acerca.

A veces me pregunto si todos los autores tienen ese poder, o es cosa de personas mágicas como Isabel Allende, Cassandra Clare o el mismo Murakami.

¿Tendré yo ese superpoder? ¿Cómo lo consigo?

En Invierno en la playa, una de mis películas favoritas, hablan de la vida del escritor. Greg Kinnear advierte a Natt Wolf que no será nadie si no ha vivido. El padre dice al hijo que no tiene más de 19 años para vivir la vida sobre la que quiere escribir. El tiempo se agota y en hora treinta Natt crece forzadamente en la pantalla.

No viviste lo suficiente. No puedes escribir.

También aparece Lily Collins, una de mis nuevas actrices favoritas

Por algún tiempo sentí que era verdad – vi Invierno en la playa a los 16 años – y el tiempo se encargó de aclarar la situación. Cinco años después, que se sintieron como otra vida, entendí que Greg Kinnear tenía razón. Sin embargo, también se equivocaba.

Entendí que, aunque estar abierta a lo que suceda me abre el horizonte, no tengo que vivir con intensidad, a menos que así lo quiera. No tengo que amar con la intensidad de Julieta ni ser tan esclava del odio como Heathcliff. Tampoco tengo correr riesgos innecesarios, viajar a lugares lejanos ni estar en situaciones incómodas.

Tengo que jugar a ser un libro abierto y llenar de palabras – mis palabras – el papel. De todas formas, los libros que más enganchan son esos en los que no pasa nada. Tienen un inicio y un fin, pero la vida sigue. Creo que eso es lo más importante: Seguir.

Creo que escribir no es más que jugar a decirlo todo. Decir la verdad sin filtro alguno. Escribir es intentar mostrar la complejidad de las emociones humanas sin miedo. Sin tabúes ni restricciones. Escribir es permitir a un grupo de extraños hacer una disección detallada de tu cerebro, esperando que así entiendan cómo funciona el de ellos.

Ruby Sparks (2012)

Por esto escribir es doloroso. Es misterioso. Es confuso para el inexperto y desconcertante – sorprendente – para el más experimentado.

Ser Haruki Murakami no debe ser fácil.

Aunque me enamoré de cada uno de sus personajes, debo admitir que no fue premeditado. No imaginé quedar fascinada por el espíritu solitario, triste y ligero de Naoko. Tampoco pensé entender a Aomame, la justiciera misteriosa y letal. Sin embargo, fue exactamente lo que pasó.

La mente de Murakami es uno de mis lugares favoritos en el mundo, así no lo conozca y ni entienda nada de japonés. Su mente es un mar de agua brillante regado en miles, miles de páginas. Es una rara superficie reflectiva, a veces un portal. Este montón de caracteres ordenados – o publicación – es un intento por hablar de la esencia de Murakami. Es una invitación a conocerla y perderse en ella.

La crudeza del suicidio

Dos de cada tres libros de Murakami hablan de suicidio.

Recuerdo haber leído historias de mujeres maltratadas, atrapadas en relaciones infelices y nulas posibilidades de divorcio. También recuerdo a los perfeccionistas. Los suicidas perfeccionistas de Murakami son ese personaje dorado, con un futuro esperanzador, que acabaron con su vida y nadie entiende por qué. Los protagonistas los extrañan, se preguntan si no fueron suficientes para anclarlos al mundo mortal y mantienen vivos los recuerdos. Las personas que ya no están en el mundo de los vivos – en este barrio, como diría Aomame – tienen vínculos fuertes al presente y un enorme poder transformador.

No sé si el suicido y lo recurrente que es su aparición en los libros está relacionado con la cultura japonesa y el sentido del honor, pero ahí está, fuerte y claro. Está plasmado en las páginas con la misma fuerza que las descripciones del metro de Tokio y las cenas nocturnas hechas con sobras de la nevera.

Naoko, Toru y Reiko (Norwegian Wood)

Al final, creo que es una forma de normalizar la muerte. Está bien estar rodeado por fantasmas y recordarlos todos los días, porque al final la vida sigue. Hay días lluviosos y días soleados. Comida dulce y comida salada. Hay vida y muerte, y tantas formas de vivir como de morir.

La vida lenta y torpe del escritor

Murakami hace de sí mismo el protagonista secreto a través de personajes como Toru y Tengo.

Ninguno de los dos es un escritor – Tengo un poco más – pero no pueden dejar de hacerlo. En las primeras páginas, cuando conoces a los personajes, Murakami cuenta con paciencia que son de esas personas que necesitan escribir. De no hacerlo, la realidad se distorsiona. Pierden el hilo y la memoria. Sin escribir perderían también la cordura.

Cuando eres como yo – una persona que escribe – te sientes profundamente identificado con ellos. Los entiendes. No cuestionas sus elecciones y te sientes raramente aliviado. Es un alivio encontrar personajes tranquilos y apacibles a los que la vida arrastra, llevándolos a lugares lejanos. Toru y Tengo son aventureros accidentales. No se meten en (demasiados) problemas, pasan su tiempo en compañía de libros, evitan los lugares abarrotados de almas y son honestos.

Toru y Naoko (Norwegian Wood)

De todas formas, esa misma honestidad es la causa de todos sus problemas. ¿Quieren algo? Lo toman. Cuando se enamoran de alguien no lo cuestionan, entran en sus vidas sin preguntar y ahí permanecen, complicándolo todo.

¿Con esto Murakami quiere decir que así son los escritores? ¿Toru y Tengo son versiones pasadas de sí mismo?

Las mujeres impredecibles

Las protagonistas son el sello perfecto, el broche de oro en las historias.

La mayoría de los libros que hablan de historias de amor y otras incomprensibles relaciones humanas, hacen del objetivo amoroso del protagonista un ser perfecto. El interés amoroso del torpe protagonista es perfecto, brillante, alegre y agradable. En otras ocasiones, en especial con protagonistas femeninas, el espíritu libre y rebelde es la fuente de sus suspiros. Con Murakami, el amor puede venir de cualquier parte. El amor puede venir de cualquier persona: Naoko, Midori, Aomame, Mari, Fukaeri, Ayumi…

Me gusta pensar que probablemente así eran las habitaciones de Love Hotels en las que Ayumi y Aomame pasaban el tiempo

Naoko es delicada, frágil y volátil. No entiende por qué se materializó, ni cómo funcionan las cosas. Naoko no entiende nada.

Midori es reservada pero alegre. Se esconde bajo capas y capas de sonrisas, pero es un espíritu triste.

Aomame se prometió a sí misma no amar a nadie, a menos que sea el niño que conoció cuando era pequeña.

Las mujeres de Murakami son fuertes y débiles. Son complicadas y están confundidas. Aunque sean descritas como muñecas de porcelana están lejos de serlo. No son el objetivo amoroso promedio y sus historias tienen poder y brillo propio.

La magia

En definitiva, la mejor parte de Murakami está en sus letras. En sus descripciones detalladas y explicaciones convenientes.

La magia de Murakami está en la forma en la que teje historias, dando toques mágicos aquí y allá. A veces hay personajes saliendo de televisores, sueños que muestran el futuro y cielos con dos lunas. Hay un toque surreal brillante en medio de la monotonía de la ciudad, de la perfección de Tokio y de las vidas que funcionan como relojes sincronizados.

La Little People en Tsubasa (1Q84)

Mi parte favorita, en definitiva, está en la delicadeza y crudeza de hablar. En la falta de tacto para narrar.

Siempre regresaré a él – afortunadamente me quedan muchos libros – y espero que tú, amable desconocido que leyó hasta aquí, también lo hagas.

Un comentario en “A propósito de H. Murakami

  • Wow, me gustó mucho cómo se refleja la parte de la vida del escritor, en serio hay veces en que hay tantas cosas y emociones juntas, que no todo lo escrito en papel logra reflejar todas las emociones al mismo tiempo.
    Muy buen post 🙂

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